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LA CONTRADICCIÓN ENTRE EL PRINCIPIO DEMOCRÁTICO Y LAS NORMAS QUE COARTAN LA POTESTAD CONSTITUYENTE

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  Como era enteramente previsible, el debate abierto desde la suscripción del acuerdo del 15 de noviembre de 2019 sobre las normas legales fijadas por él para cercenar y con ello desconocer el poder constituyente del pueblo se ha trasladado ahora al seno mismo de la Convención Constitucional. Esto ha ocurrido a raíz de la declaración efectuada en el día de ayer por un grupo de convencionales, haciendo un llamado a "hacer efectiva la soberanía popular de la constituyente". Esto encendió de inmediato las alarmas en la derecha y desató destempladas reacciones entre sus principales voceros.

AVANZAR AHORA HACIA LA FORMACIÓN DE UN GRAN MOVIMIENTO DEL PUEBLO TRABAJADOR

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  La rebelión popular del 18 de octubre de 2019 modificó la situación política del país. La población trabajadora, que se había movilizado ya muchas veces para expresar su descontento por los abusos de que era víctima en materia de educación, pensiones, reivindicaciones de género, regionales, gremiales, etc., cansada de no ser escuchada, se alzó esta vez masiva y muy decididamente para decir ¡Basta! 

EL DEBATE SOBRE LAS REGLAS DE LA CONVENCION

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  La entrevista a Fernando Atria publicada en El Mercurio el domingo 18 de abril pasado dio pie a un nutrido debate sobre los quórums establecidos para la adopción de sus acuerdos por la Convención Constitucional. Aludiendo a la posibilidad de que los acuerdos en la Convención se viesen entrabados cuando una mayoría no alcanzara el cuórum de los 2/3 que le fue fijado por quienes suscribieron el acuerdo del 15 de noviembre de 2019, Atria sugería que tales discrepancias fuesen dirimidas a través de un mecanismo plebiscitario.

¿DEMOCRACIA REAL O DEMOCRACIA SIMULADA?

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En el debate político en curso las desacreditadas elites dominantes no cesan de advertir, una y otra vez, contra el siniestro fantasma del “populismo”. ¿Qué es lo que buscan estigmatizar con ese término? Nada menos que la presunta e inherente “irresponsabilidad” que supondría en política atender a la “voz de la calle”, por muy justas que fuesen sus demandas. Lo irresponsable de ello derivaría de la presunta imposibilidad de satisfacer esas demandas debido a que los recursos disponibles son siempre limitados. Por tanto, el “populismo” conspiraría contra una consideración racional de los problemas y de sus soluciones, generando al fin de cuentas más mal que bien. Así, el “populismo” socavaría y terminaría destruyendo irremediablemente a la democracia, que sería en esencia el arte de “ponerse de acuerdo en el marco de lo posible”.